La nota a pie de página. Material de lectura para el lunes 22 de septiembre

martes, 9 de septiembre de 2008

Las mariposas volaban*

Por Rafael Bullé-Goyri

Las mariposas[1] volaban[2] dejando una estela de polvo[3] de oro.[4] La niña[5] tomó delicadamente[6] una de ellas entre sus blancas[7] manos, la puso en el suelo[8] y la aplastó[9] con su infantil[10] piececito.[11]

* Lauro Zavala selecc. y pról., Relatos vertiginosos. Antología de cuentos mínimos. 2ª. reimp. México: Alfaguara, 2002.
[1] El autor se refiere indudablemente a la especie Helioconius melpomene-aglapoe que es, con mucho, la más conocida en nues­tros jardines. El relato no se comprendería si supusiéramos que la especie referida es Timeloe arcas-mayuscula, la cual es noc­turna, inmensa y repugnante. El personaje que se describe en el relato -descripción por cierto magistral y acabada- no osaría tocar jamás a un individuo de esta última especie, toda vez que le sobrevendrían bascas y soponcios incontrolables, lo que daría al traste con lo aquí contado (N. de la R).
[2] El verbo “volaban” es, en este contexto, el apropiado. En efecto, es difícil pensar en un verbo más acorde con las propiedades físicas y con la naturaleza de las mariposas, las que —como su nombre indica— están construidas expresamente para mariposear, es decir, ir de aquí para allá volando. El autor acierta en negar implícitamente que las mariposas rujan, corran a paso veloz o jueguen ajedrez, como pudiera pensarse de no mediar esta pertinente aclaración (N. del T).
[3] “Polvo”, aquí, no tiene la acepción a la que estamos acostumbrados, es decir, no se refiere al polvo que encontramos en los rincones de la casa, bajo las alfombras o en las mejillas de las damas. Es tan sólo un término que cumple a plenitud su cometido de acentuar la innegable belleza del relato (N. del E.).
[4] Hay aquí, evidentemente, una metáfora. De todos es sabido que las mariposas, sean de la especie que se quiera, no tienen en sus alas ni en cualquier otro topos de su anatomía polvo de oro. Para ello tendrían que provenir, esas mariposas, de alguna mina de ese metal, de las arcas del Banco de México o de los bolsillos de algún diputado federal (N. del T).
[5] Nuevamente el autor acierta en seleccionar a una niña como el personaje central del relato. Quizá pensó que sería improcedente asignar ese papel a un contador público titulado, a un médico gastroenterólogo o a un mariachi, toda vez que es infrecuente ver a quienes ejercen esas profesiones correr tras las mariposas. Por ello, es obvio que una niña constituye una mejor opción dada la tierna candidez que permea la obra toda (N. de la R.).
[6] El autor se refiere sin duda a un movimiento fino, pero sin connotaciones gay. Dos son las razones, a saber: en primer lugar, las niñas son de suyo delicadas, y delicados son sus movimientos; por otro lado, lo gay no encuadra en el espíritu infantil, por lo que suponer en una niña tan condenables costumbres no está, con seguridad, dentro de las honestas y valientes intenciones del autor (N. del E.).
[7] El relato, al dar cabida a este adjetivo, encuentra un clarísimo antecedente en el Ulises, de James Joyce. El lector interesado encontrará en la op. cit. tres veces, por lo menos, este adjetivo. Quizás un antecedente más remoto sea La divina comedia, pues Alighieri lo emplea una vez en el “Purgatorio” y una más en el “Paraíso”, lo que revela la erudición del autor de la narración presente (N. del T).
[8] El término “suelo” tiene en el relato la misma significación que le asigna Walter R. Thurman en su espléndida obra A General and Geological Study of Soil (Lippincott, Massachussetts, 1913), o sea, “la capita de hasta arriba de la tierra”. Se muestra otra vez, con tal uso, la colosal cultura del autor, pues no hubiera sido posible este genial relato sin la previa consulta de la obra de referencia (N. del E.)
[9] Éste es un término que —paradójicamente— da mayor realce a la hermosura de la presente obra. “Aplastar” es convertir en plasta, es cierto, por lo que se pensaría que la utilización de este verbo no concuerda, en apariencia, con el poderío estético de aquélla (es decir, de la obra). Empero, la comparación de este término con los otros, da a estos últimos (es decir, los otros términos) una fuerza dialéctica difícilmente superable por otros escritores (N. del T.).
[10] Es ésta una reiteración admirable del personaje. El pisotón que se da a la bestia proviene de un protagonista infantil, o sea la niña, lo que si bien no evita que quede convertida en plasta (véase nota 9), hace aparecer al acto como casi inofensivo e inocente, al tiempo que lo desnuda de sus implicaciones letales (N. de la R).
[11] Concluye el autor con este peculiar y muy ingenioso sustantivo propio de la gran literatura: Perrault lo asume, por ejemplo, en su Cenicienta. El conocido Dr. Scholl lo lleva, a su vez —ahora en el campo de la ortopedia— a la cima de las disciplinas científicas. La selección de este término y no de otro (por ejemplo pata, zanca, patrulla, etc.) pone de manifiesto, una vez más, la ilustración enciclopédica del autor (N. del T).

2 comentarios:

[el_roulo] dijo...

Profesora, entiendo que sólo hay que leer y comprender la función de las notas para revisarlas en clase, ¿estoy en lo correcto?
Gracias.
Saludos.
Raúl Mendoza.

Unknown dijo...

sí, roulo, es preciso llevar el cuentito impreso para revisarlo en clase. Saludos